Clodovaldo
Hernández
Tip 1: No, pero sí, pero no
Que la contrarrevolución venezolana es
estructuralmente incapaz de asumir sus responsabilidades es algo que
se ha dicho ya hasta el cansancio. Pero es necesario insistir en ello
porque a cada paso reinciden en esa conducta. Veamos, por ejemplo,
cuál ha sido su actitud ante el plebiscito realizado para consultar
al electorado los acuerdos de paz entre el gobierno de Juan Manuel
Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Políticamente hablando era claro que el
antichavismo estaba en contra de los acuerdos, pero se abstuvo de
fijar posición porque es políticamente incorrecto oponerse a un
acuerdo de paz. Ningún líder importante de la MUD fue tan franco
con la opinión pública como para pronunciarse abiertamente a favor
del NO. Como de costumbre, prefirieron el guabineo del sí, pero no,
pero sí, pero no.
Cuando se produjo la victoria de la opción
negativa, varios de ellos se animaron a asumirla como un triunfo
propio, aunque discretamente, para que no se les notara mucho la
vileza. Varios de los dirigentes opositores salieron con caras de
ganadores a decir que el gran derrotado de la jornada plebiscitaria
colombiana había sido “el castrochavismo”. Llevaron a cabo una
especie de contorsión circense mediante la cual dijeron que eran
partidarios del SÍ, pero que con la victoria del NO les entró un
fresquito.
Tip 2: ¿Uribe… quién es ese?
Tampoco son coherentes los opositores para asumir
de manera pública sus relaciones peligrosas. En este tema, como en
todos los otros relacionados con Colombia, ellos son discípulos
fieles del extremismo de derecha que encabeza Álvaro Uribe Vélez,
pero carecen de los riñones necesarios para decirlo de manera
frontal porque saben que el expresidente neogranadino tiene en
Venezuela altos niveles de rechazo, incluso entre los escuálidos.
En rigor, debieron haber declarado públicamente
que su posición oficial respecto al plebiscito era la que había
fijado “el doctor Varito”, es decir, la de bombardear los
acuerdos. Pero no se atrevieron a hacerlo por miedo a que la gente
que aún cree en ellos se diera cuenta de que, a la hora del té, no
son más que unos paracos.
Tip 3: ¡Qué sistema electoral!
En su afán de que no se les viera el bojote, los
voceros de la Mesa se tongonearon bastante con respecto al tema de la
consulta electoral colombiana. Uno de los elementos distractores que
encontraron para no abordar el asunto central (es decir, que eran
partidarios del NO), se deshicieron en elogios para el sistema
electoral colombiano, el cual, supuestamente, se irguió como ejemplo
para Venezuela.
La verdad es que un sistema electoral que logra la
participación de menos de 40% del electorado, a pesar de la
trascendental importancia del tema en debate, no podría ser tomado
como ejemplo por nadie que tenga un mínimo de seriedad.
También consideraron una actitud digna de imitar
que el plebiscito se haya organizado en poco más de un mes. Por el
contrario, no son pocos los analistas políticos colombianos que han
asegurado que la prisa fue precisamente una de las causas del fracaso
de la opción del SÍ, patrocinada por el gobierno y la cúpula de
las FARC. Esos estudiosos de la realidad política del país vecino
estiman que de haber tenido el pueblo un poco más de tiempo para la
reflexión, probablemente otro habría sido el resultado.
Tip 4: Miedo, a eso le llaman miedo
Integrantes de la Alianza de Articulistas
Antichavistas (la Venerable Triple A), también furibundos
simpatizantes del NO, pero camuflados con plumas de palomas blancas,
se atrevieron, luego de conocer el resultado del plebiscito, a
exponer lo que ellos consideran que son las verdaderas causas de ese
voto antipaz. Admitieron que la clase dominante colombiana (más allá
de que Santos sea uno de sus integrantes) no va a quedarse de brazos
cruzados viendo cómo surge allá una opción electoral mediante la
cual podría, en pocos años, instalarse en el palacio de Nariño un
gobierno de exguerrilleros.
Los Triple A celebraron esa jugada política de la
oligarquía y destacaron la astucia de la campaña del NO, que se
basó en la “amenaza” de una inminente candidatura presidencial
de Rodrigo Londoño Echeverri, el comandante Timochenko. Las piezas
propagandísticas, con el respaldo de materiales supuestamente
“informativos” desplegados por la todopoderosa maquinaria
mediática colombiana, movilizaron a la clase media a través de la
exacerbación de sus atávicos temores a perder sus propiedades y
privilegios.
La derecha sabe que, a pesar de la “buena
prensa” que tiene Colombia en el mundo y de que la nación es la
niña consentida de los gringos en la región, las condiciones
socioeconómicas de la mayoría pobre son denigrantes y van de mal en
peor, gracias al neoliberalismo galopante. Consciente de eso, la
derecha entiende que si apareciera un candidato presidencial capaz de
sacudir el statu quo,
respaldado por un fuerte movimiento político de masas, los partidos
tradicionales colombianos y otros de más reciente data, podrían
naufragar sin remedio. Entonces, juegan posición adelantada y tratan
de mantener a esos posibles aspirantes presidenciales en la esfera de
la ilegalidad. En el fondo, pues, se trata de eso que llaman miedo.



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