Por Carola Chávez
Los medios estaban estupefactos, las caras de los periodistas eran
una mueca, sus análisis disparatados. Las bolsas del mundo se
desplomaban. Eran las dos de la mañana y Trump tomaba
irreversiblemente la delantera en la carrera presidencial para dejar
a Hillary Clinton con los crespos hechos. He came, he saw, she lost.
Buenos días, tenemos nuevo presidente. ¡Gracias medios de
comunicación!… ¿Gracias medios de comunicación?… Donald Trump,
no solo ha vencido a Clinton, también derrotó a los grandes medios
que, de manera orquestada, se dedicaron a reforzar la imagen de
monstruo peligroso que hoy hace temblar a quienes todavía creen en
lo que dicen las primeras planas.
¡Trump es un racista! Clamaban los mismos medios que silencian o
tuercen a conveniencia la matanza sistemática de ciudadanos negros
por parte de la policía. Los medios que no cuentan cómo y por qué
las cárceles de los EEUU están llenas de negros y latinos. Trump es
un racista, aunque Hillary había llamado a los jóvenes negros super
depredadores. La conveniente hipocresía ya no podía ser contenida.
Los grandes titulares escandalizaban para callar otras cosas que
Trump decía, pero la gente, sobre todo los blancos pobres, esos que
llaman allá “white trash”, basura blanca; hartos de no ver su
realidad reflejada en ningún noticiero, invisibles, porque, por ser
blancos, ni siquiera entran en eso que llaman minorías, pararon la
oreja.
Trump denunciaba a un sistema que permitía que tipos ricos, como él,
se declararan en bancarrota, una, y otra, y otra vez sin que sus
bolsillos sufrieran algún daño. Un sistema que, a la vez, penaliza
severamente a cualquier ciudadano cuando no puede cumplir con el pago
de alguna cuota de su vida hipotecada, bloqueándolo por varios años
del acceso al crédito, cosa que en el país de las oportunidades te
convierte en un paria. En los EE.UU, la línea de crédito es tu
única credencial. Es casi mejor tener antecedentes penales que una
línea de crédito manchada. El crédito determina la posibilidad de
alquilar una vivienda, y ni hablemos de comprarla. Lo mismo para
acceder a un seguro de salud, una vaina vital, porque allá no existe
la salud pública. Sin crédito, no eres nada. Tu crédito determina,
incluso, la posibilidad de obtener un buen trabajo; quien no paga
bien, no puede ser una persona responsable.
Mientras los medios destacaban que Trump era un misógino, él
denunciaba a un sistema donde los ricos podían comprar con sus
“donativos” a la clase política. “Todos ustedes han recibido
dinero de mi” –decía, en el primer debate republicano, a sus
contrincantes. Todos bajaron la cabeza tratando de disimular tan
incómoda verdad. “Incluso, yo le pagué a Hillary Clinton”
–continuó. “Uno les paga para que hagan lo que uno quiere. Ella
vino a mi boda porque yo le pagué”. Y no solo van a bodas, pasan
leyes que favorezcan al mejor postor. Y los pobres, por supuesto,
nunca tienen para pagar por una ley que los proteja de los desmanes
de las grandes corporaciones, siempre tan generosas con sus
donativos.
"Se preguntó Trump en voz alta ¿Qué hacían los EE.UU derrocando gobiernos por el mundo? Yo puedo sentarme a negociar con gente que me caen muy mal y obtener buenos resultados ”
Se preguntó Trump, en voz alta y frente a los micrófonos ¿Qué
hacían los Estados Unidos derrocando gobiernos por el mundo? “Yo
soy un hombre de negocios. Yo puedo sentarme a negociar con gente que
me caen muy mal y obtener resultados que nos beneficien a ambos” –
Habló , incluso, de una alianza con Rusia para detener al Estado
Islámico, todo esto cuando le preguntaron por su política hacia los
gobiernos “enemigos”. Se preguntó qué hacían metidos en todas
esas guerras. Cuestionó la existencia de la OTAN. Habló de los
millones desperdiciados en guerras, y propuso dirigir ese dineral
hacia adentro de sus fronteras para poder reducir impuestos, abaratar
la medicina, mantener planes sociales… y los prospectos de soldado,
los pobres que no tienen otro remedio que irse a matar o morir para
que la Exxon haga caja, lo escucharon, a pesar de que los medios
hacían todo el ruido posible para que sus palabras no llegaran.
Y el bocón se metió con la banca, proponiendo mayores impuestos y
una legislación que limite las inversiones de riesgo en la banca
tradicional. Trump también renegó de los tratados de libre comercio
que dejaron a millones de obreros americanos fuera de juego.
Habló
de rescatar el orgullo del “Made in USA”, habló de volver a
hacer de Los Estados Unidos un país grande otra vez, reviviendo la
nostalgia por aquel idílico país de los años 50. “Make America
great again”.
Y claro, habló del muro mexicano, y contra la inmigración ilegal, y
de mujeres facilongas que se van con tipos como él por dinero, pero
¿en serio creen que fue por eso que las grandes corporaciones lo
marcaron como el enemigo, que por eso los medios lo pintaron como un
payaso, y todito el sistema financiero se alió con en su contra? ¿En
serio creen que es por eso eso que las bolsas se desploman hoy a
niveles del 11S?
No sé si Trump va a gobernar a la altura de lo que su boca dice. Lo
que sí sé es que el sistema se tambalea desde adentro, desde sus
propios excesos, desde su propio desprecio a las gentes que lo
sostienen a punta de sudor y sangre, desde el fruto de ese mismo
sistema de injusticias: un multimillonario, que, acostumbrado a decir
y hacer lo que le de la gana, terminó desnudándolo.

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