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Joaquín López Mujica

Desde los tiempos más remotos de la historia de la humanidad, la celebración de la Navidad y el Año Nuevo ha significado el acontecimiento esencial, la esperanza de renovación, al mismo tiempo que la certeza de que un ciclo de vida ha terminado y uno nuevo comienza. 

 
El sacerdote, el rey, o el hombre más anciano de una comunidad, era considerado la máxima autoridad, sobre todo por conocer aquellas viejas historias y mitos que relataban en sus cantos, canciones, salmos, donde se narraban los acontecimientos esenciales y la manera en que fue creado el mundo y la forma en que fueron resueltas las dificultades. 

 
La Navidad, es una festividad llena de alegría, una misteriosa conmoción del espíritu y el fervor colectivo, manifiesto en un legítimo deseo de cambio, transformación y renovación. 


Este es el ritual de año nuevo. A la música, como una de las artes más apegadas a la dimensión festiva del hombre, le tocó como tarea recrear, provocar y retener aquellas emociones y sentimientos manifiestos a partir de la emisión, producción y combinación de “sonidos agradables” al oído como poco a poco se fue acondicionando histórica y socialmente.


Se acompañó a la voz humana y en un primer momento el cuerpo humano – el aparato respiratorio, los pulmones, la boca, hasta cualquier objeto al alcance de la mano, serviría para la emisión de sonido y su progresiva evolución hasta llegar a constituirse en música. El motivo de festejar, significar y valorar la vida, a partir de la música ha permanecido en la historia pero, lo que ha variado es la manera de acercarse y relacionarse con el material sonoro, su notación, desde el Oriente hasta Grecia y del Medioevo al presente y ello incluye nuestramerica toda.


La música, acompaña la costumbre de “vestir el pesebre” para la Nochebuena, con el canto de villancicos y aguinaldos, que son del pueblo y conmemoran el nacimiento del Niño Jesús.


La tradición académica y la Navidad como costumbre, en la llamada música académica la encontramos con una peculiar evolución, de la civilización occidental. La Iglesia como institución que regía la actividad espiritual, antes de que el arte se independizara como profesión y quehacer humano autónomo, llevaría al arte musical a la recreación de la festividad navideña como ceremonia litúrgica, en las antiguas composiciones resaltaría la voz humana como vehículo de acercamiento con la divinidad.


En nuestra amplia geografía encontramos esparcidas a lo largo del territorio nacional, las distintas manifestaciones musicales que festejan el año nuevo. En el Zulia, la casi extinta décima, ha resurgido, y la Gaita ha cobrado su sentido y naturaleza auténtica. En la región de Barlovento, la apreciamos con el Golpe de Tambor a través de las Parrandas y Fulías, en las mismas intervienen diferentes cantores y decimistas, que se celebran con su canto de esperanza el advenimiento del nuevo año, entre los sonidos del cuatro, la tambora y las maracas. La parranda oriental, se extiende por el oriente, de nuestro país, una inmensa tradición del genuino carácter popular permanece inscrita en la música tradicional, en ellas la festividad navideña no estará localizada en su único escenario, porque en las calles, en los espacios comunes y en las casas mismas, encontramos una valoración sagrada del espacio y el tiempo. La Navidad, seguirá siendo un preciado anhelo de todos los tiempos y la música un modesto vehículo para retener ese fervor milenario, para disipar la nostalgia, con la promesa de un mundo mejor.

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