Pedro Gerardo Nieves
El website lechuguinos.com da cuenta de uno de los más soberbios y demoledores chinazos de la política venezolana, que dicho sea de paso, no son pocos.
Flanqueado por emparcantados dirigentes de Primero Justicia, el
concejal de la misma agrupación política con dramática cara de
circunstancia denuncia, seguramente ante “el mundo civilizado cubierto
por las redes sociales”, que tenemos “más de 8 meses con
El Palito Parado” y se deshace en explicaciones acerca de la carestía
de combustible para el parque automotor nacional.
Los del al lado del atolondrado y achinado vocero, que no por
escuálidos dejan de ser venezolanos jodedores, apretan la mandíbula (y
quién sabe qué otro esfínter) para aguantar la risa. Incluso uno de
ellos se lleva la pancarta a la cara porque la vaina
es de lo más hilarante.
Hasta aquí la comedia es pura comicura, jodedera y humor del bueno.
No se dificulta inteligir que el gran chinazo de Thomas Dangel,
concejal del municipio Naguanagua del estado Carabobo y dirigente del
partido Primero Justicia, pasará a la historia del
humor y no de la política mayor, ni menor.
El problema no es esa comedia, sino que nos recuerde y remita a la
tragedia que sucedió en diciembre del 2002 y nos robó, nos atracó, nos
expolió la Navidad en una criminal tentativa por robarnos la Patria.
Con el nombre de Golpe Petrolero pasa a la historia de la infamia
el envión imperialista llevado a cabo por los caimanes de Fedecámaras
aliados con la cúpula arrastrada al imperialismo que conformaba la
“nómina mayor” de PDVSA: una cloaca de malinches
que clamaban a sus amos catires, anglosajones y protestantes de EE.UU
por lo que había sido la quita de prebendas y canonjías que se vacilaban
con grosera impunidad.
En una componenda fuenteovejunesca, el 4 de diciembre de ese 2002,
toda la catajarra de medios de la oligarquía pregonaban el motín a bordo
del tanquero “Pilín León” y daban vítores a los “valientes” insurrectos
que así daban inicio a la operación de sabotaje
petrolero más compleja que la historia mundial pueda documentar.
La macabra idea, y que todavía gravita en mentes enfebrecidas, era
asfixiar a la columna vertebral de la economía del país y generar el
estallido social subsecuente para una toma del poder, violencia
mediante.
Con grima, los venezolanos presenciamos cómo iban deteniéndose y
cayendo como barajitas los servicios esenciales que prestaba la
industria petrolera. La historia menor, la que de seguro no llega a los
libros de historia, habla de traiciones, sabotajes,
mentiras, ardides y, en general, la expresión más nauseabunda de la
miseria humana en ataque feroz contra su propia Patria.
Con perplejidad, y en tiempo real, minuto a minuto, los venezolanos
contemplamos a través de los medios de comunicación los anuncios que
daba la cúpula podrida del sabotaje. Así daban cuenta de paralizaciones,
detenciones y cualquier sinónimo y entre risas
los bichos se congratulaban de sus maléficas acciones.
Grandes e insoportables penurias hubo de soportar el pueblo
venezolano: desde el más completo y absoluto desabastecimiento de bienes
esenciales, violencia y desprecios fueron soportados con patriótica
rabia. Y con esta patriótica arrechera también, en
loca carrera contra el tiempo, fueron las heroicas fuerzas de ese
pueblo recuperando cada pozo, cada barco, cada computador, cada
instalación, cada surtidor, hasta que a los cacos no les quedó más
remedio que huir despavoridos.
Esa vez demostramos como pueblo, y lo seguiremos demostrando, que tenemos “El Palote Parado”.

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