Ads (728x90)

Pata derecha 

Clodovaldo Hernández


El esfuerzo realizado para poner en marcha el diálogo gobierno-oposición ha demostrado de manera científica que la Mesa de la Unidad Democrática tiene tres patas derechas y una torcida.

No vayan a creer que las tres “derechas” es porque están rectas y verticales. Es otro tipo de derechura: una de ellas es de derecha propiamente dicha; la otra es de ultraderecha; y la tercera, de recontraultraderecha. La torcida es una que quiso estar tan a la derecha de la derecha que quedó como un garabato.

 
Pata derecha

Los integrantes de esta pata se declaran constitucionalistas e institucionales. Los hay de la vieja y de la nueva guardia. Los de la vieja guardia rememoran nostálgicos los días de la IV República cuando, supuestamente, todos éramos felices y nuestras únicas discusiones eran respecto a qué equipo era mejor entre Caracas y Magallanes o qué orquesta era la más popular, entre Billo´s Caracas Boys y Los Melódicos. Los de la nueva guardia, en tanto, tratan de mirar siempre hacia fuera y por eso nos proponen convertirnos en un país en vías de modernización, como la Argentina de Macri, o que nos volvamos democráticos, como el Brasil de Temer.

En lo que respecta al diálogo, la pata derecha propiamente dicha se ha sumado, demostrando cierto estilo, hasta el punto de que le suspendieron la pena de destierro a Timoteo Zambrano, un socialdemócrata distinguido y diplomático.

Para justificar esa actitud, que la mayor parte de la militancia (disociada y obstinada) considera una traición, la gente de la pata derecha-derecha ha buscado la absolución católica: “el Vaticano no pidió dialogar”, expresan, como si se los hubiera pedido “Dios en persona”, valga la herejía.

Pata ultraderecha

Un poco más allá de la pata derecha se encuentra la ultraderecha. Están tan cerca que algunos dirigentes pasan un rato en un lado y otro rato en el otro.

Estos han llegado al diálogo declarando solemnemente que no creen que tal cosa exista. Varios, al verse acorralados por la realidad política de un encuentro con el sector gubernamental, se declararon ignorantes de las negociaciones previas. Prefirieron quedar como pobres individuos a cuyas espaldas se fraguan acuerdos (¡vaya líderes estos!) que admitir su responsabilidad en el asunto.

Los miembros de la pata ultraderecha no pensaban sumarse al diálogo ni que se los pidiera Dios (quiero decir, su vicario en la Tierra: el Papa), pero lo hicieron porque se los pidió el Imperio. Lacayismo obliga.

Para no lucir blandengues, han optado por dar ultimátum en cada rueda de prensa que hacen; en cada tuit que mandan; en cada selfi-entrevista que se hacen por Periscope. “Nicolás, te damos hasta el 11 o vamos a Miraflores”, dicen con aires de Darth Vader.

Pata recontraultraderecha

Más que pata es una patota. Está más cerca de la pata torcida que de las otras dos derechas, de las que se diferencian en que no pretenden sostener la coba de que son dialogantes. Algunos emiten mensajes cargados de violencia, amparándose en la inmunidad parlamentaria que tienen. Otros (y otras) lo hacen parapeteándose en la inmunidad que creen tener por pertenecer a una familia oligarca. 


Afirman que el diálogo no es posible porque vivimos en una dictadura y piden el apoyo de las grandes democracias del mundo (como Estados Unidos y los países europeos). Pero si vivieran en una de esas naciones “libres” y dijeran lo mismo que dicen acá y si hicieran un 10% de las cosas que han hecho acá, hace tiempo que estarían en chirona, vestidos de anaranjado y quién sabe si en situación de privación sensorial.

Pata torcida


De este sector forman parte los dueños de varios importantes medios de comunicación, así como muchos autoexiliados y prófugos de la justicia. Lo completan los escribidores de comentarios en páginas web de grandes medios y en redes sociales, esos a los que cierto dirigente de la misma MUD ha llamado “los empantuflados”.

Si usted lee los diarios, oye las radios, ve las televisoras o navega en las páginas web pertenecientes a la pata torcida tendrá la impresión de que los encuentros gobierno-oposición nunca han ocurrido, que son un invento del rrrégimen con la complicidad de líderes guabinosos de la oposición. Por el contrario, tenderá a pensar que el diálogo está cada vez más lejos.


La pata torcida apuesta al fracaso de este nuevo intento de conciliación. Son de la misma cuerda que hizo campaña contra los acuerdos de paz en Colombia. Dígame usted si no son, moralmente hablando, un verdadero garabato.

Publicar un comentario