El domingo 23 de octubre, ante la amenaza del antichavismo,
movimientos sociales chavistas se agruparon frente a la Asamblea Nacional. En
un momento decidieron entrar, y como el agua que siempre encuentra su cauce, el
pueblo volvió a la Asamblea.
Corrieron ríos de tinta condenando tan parejera osadía. Las
apocalípticas descripciones del hecho en nada coinciden con las imágenes que
las cámaras captaron. Mientras un reportero narraba que estaban siendo rodeados
por encapuchados, su cámara temblorosa enfocaba a un motorizado coreando “¡Si
se prende el peo, con Maduro me resteo!”. Los motorizados dan mucho miedo…
hasta les dicen colectivos asesinos, aunque sea uno solito.
En medio del ataque de pánico que produce estar entre un
grupo de care’culpables que exigen respeto, a los acuciosos periodistas se les
pasaron los detalles más relevantes de aquel suceso. El más relevante de todos
es que, ese domingo, se demostró nuevamente que el chavismo es el muro de
contención que evita que la sangre llegue al río.
Muy a pesar de la narrativa de los que necesitan hechos
violentos para alcanzar sus fines, en los distintos videos captan una historia
distinta a la que nos quieren contar. En ellos podemos ver que los
manifestantes eran personas comunes y corrientes, muchas de ellas mujeres, las
mujeres de Chávez, esas que Diana D’Agostino llamó feas, sucias y
desarregladas, porque no se embuten de botox ni se recortan los pellejos a
punta de bisturí. Que no eran violentos, que solo coreaban consignas y agitaban
banderas. Que al entrar al hemiciclo fueron contenidos por los diputados
chavistas, sus diputados, que hicieron una barrera entre ellos y los diputados
MUD, muchos de éstos, como Freddy Guevara, tragando grueso, lívidos de miedo, tres,
cuatro, cinco pasos más atrás; otros más cabilleros, como Juan Requesens y un
pana de sus mismas obesas dimensiones, que se soltaban los botones y
arremangaban las camisas para abrirse paso a coñazo limpio hasta encontrar la
salida.
Pero supongamos que fue una turba violenta que las cámaras
no mostraron, de cualquier modo, ahí vimos, metiendo el cuerpo, Elías Jaua,
Héctor Rodríguez, junto a otros compañeros, intentando poner orden, a la vez
que atendían los reclamos de los diputados opositores de contener a su gente.
“Eso hago” -respondía Héctor a un flaco con copetico de domingo de misa, cuya
expresión me recordaba a la de Daniel “Considerando” Romero cuando, aquel 13 de
abril, el chavismo rescató Miraflores.
Vimos también a Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas, llegar
a hablar con la multitud, a convencerlos de que lo mejor es que se volvieran
afuera, a los jardines, a la plaza Bolívar. Entonces vimos a la multitud salir,
ahora cantando “¡El pueblo entró y la Asamblea se cagó!”.
Y yo me pregunto: ¿Qué habría pasado si al entrar los
chavistas al hemiciclo, Héctor Rodríguez, por ejemplo, en lugar de contener se
hubiese subido a una mesa a hacer un discurso incendiario, más o menos como el
que hicieron Leopoldo López y Gabriela Arellano frente a la Fiscalía General de
la República, aquella tarde de febrero de 2014? Imaginen a Héctor dirigiendo y señalando
a la silla donde estaba Ramos Allup, diciéndole a sus seguidores que ese era el
promotor del malestar que estaban sintiendo. Y más, pudo haber dicho Héctor,
que allá, con cara de pánico estaba Freddy Guevara, promotor de las guarimbas…
Decir “Descargue usted esa arrechera” y luego, escurrirse tranquilito; y si
pasaba lo que podía pasar, decir: “yo ya me había ido cuando ocurrió el
desastre, así que yo no fui”.
Imaginen que Jorge Rodríguez hubiese actuado como lo hizo
Ramón Muchacho durante “La Salida”. Imagínenlo limitándose a tuitear la
destrucción del Capitolio. Imagínenlo alertando a tuitazos a los vecinos de su
municipio, mayoritariamente chavistas: “Alerta vecinos: Ballenas de la GNB
dispersan a pacíficos manifestantes en un alarde de exceso de fuerza”, “Gases
de bombas lacrimógenas de la GNB asfixian a vecinos y manifestantes”…
Intercalando tuits de aliento y felicitación a la resistencia vecinal: “Vecinos
cacerolean y lanzan objetos desde los balcones en rechazo a los atropellos de
la GNB contra manifestantes pacíficos”… Imagínenlo dejando que la locura tomara
el centro de Caracas durante meses “porque la gente tiene derecho a expresar su
descontento”… Imaginen semejante irresponsabilidad.
Habría sido espantoso ¿verdad? Por eso los chavistas no
actuamos de esa manera.
Chávez siempre lo dijo, Maduro lo sigue diciendo: el
chavismo es garantía de paz. Es la manera que encontró este pueblo para acceder
a sus derechos sin tener que dejar, a cambio, un reguero de sangre… Y todavía
hay gente que se niega a entenderlo y prefiere alborotar un hormiguero que
nadie debería querer alborotar.

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